Lugar: Aeropuerto de Lanzarote (antigua terminal)
Fecha: Finales de 1998
La escena que por la casualidad de ir a recoger a un amigo contemplo es la siguiente: Se abren las puertas automáticas que separan la sala de espera de la recogida de equipajes y sale un señor mayor, alto y con gafas. De repente se suenan espontáneos aplausos que van “in crescendo”. Acaba de llegar a la Isla el reciente premio Nobel de Literatura Don José Saramago.
La reflexión es la siguiente:
Lanzarote es una isla con aproximadamente 100.000 habitantes. Aparte de algunas papelerías y tiendas de revistas, solamente existe una librería seria que podríamos denominar como tal (“El Puente”, qué gran labor intelectual la de Norberto!). Por tanto, los habitantes de Lanzarote, sumidos en un fácil estado de bienestar tanto físico, debido la geografía y climatología de la Isla, como el económico que proporciona el “maná” turístico, no son destacados por su pasión literaria (salvo excepciones, algunas de las cuales tengo el honor de conocer).
En la Europa del Este el estudio y desarrollo intelectual es una obligación para la superación personal (y todo sea dicho, apetece más devorar novelas en las frías noches de invierno). Sin una superación educativa, cultural o de conocimiento de idiomas, no es posible competir en un mercado laboral al que se accede (obviamente por el pasado históricamente reciente) desde una posición inferior o de desventaja.
Sin embargo en Lanzarote todo es paz y tranquilidad. No ha habido guerras, calamidades ni represiones en la memoria colectiva y el trabajo (hasta ahora) se encontraba fácilmente. Así que por qué estudiar. Algunos pocos si lo han hecho y deberán ser los que guíen a los ciegos (“Ensayo sobre la ceguera”).
Volviendo al Aeropuerto. ¿Qué aplaude la gente? La gente no aplaude al escritor, ya que no ha leído sus libros. La gente aplaude al ganador.
Movido por la curiosidad compre y leí “Todos los nombres”. He de reconocer que la historia intimista del funcionario obsesionado fue demasiado profunda para mi por entonces juvenil gusto literario, más cercana a las aventuras tipo “Lituma en los Andes” de Mario Vargas Llosa.
Evidentemente la calidad literaria está fuera de toda duda y no me corresponde a mí (sería una osadía) ni mucho menos la tarea de valorarla. Lo que sí me gustaría recordar del escritor recientemente fallecido es su compromiso social y humano. A través de sus obras reflexionó sobre la sociedad que nos ha tocado vivir y el “donde vamos”. Tanto a nivel de Lanzarote como Universal se implicó en diversas causas siguiendo sus convicciones, muy a pesar de algunos (La Iglesia Católica sigue apareciendo recurrentemente en este blog, aunque no lo busque particularmente).
Pese a los progresos en las comunicaciones cada vez observamos cómo nos aislamos más de nuestros semejantes y sean cuales sean nuestros puntos de vista, nos cerramos en nuestro individualismo y rehuimos el implicarnos. No caemos en la cuenta de que la acción conjunta mueve los cambios de los que depende el futuro.
Por eso deberíamos recordar siempre su actuación como “Vecino Responsable”.
Descanse en paz, Don José.
P.D.: ¿Cuántos de los últimos 10 premios Nobel de Literatura recuerdan?
Mejor recordar a 10 a los que no se lo dieron: Borges, Cortázar, Onetti, Kafka, Zola, Tolstoi, Ibsen, Proust, Joyce y Nabokov. Casi nada.
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